Corre más que tus miedos: Entrada breve, de esas que se escriben solas, midepollista para algunos ojos, motivacional para los míos. De una historia rápida, de las que ocurren en poco más de una hora. Una hora de un día cruzado, consecutivo de una temporada cruzada. 2018 se presenta intenso, y es que en 10 días ha condensado ya todo lo de 2017: Mucho curro, risas a medias, abrazos, lágrimas, besos robados, fiesta, familia y horas de insomnio.
Total, que tu plan original de ir a pasear por los acantilados de la costa se trunca, pero necesitas sentir la naturaleza,
y desconectar. Y empiezas a hacer cosas de las que no hay que hacer. Y así es cómo de pronto te encuentras sólo, bajo la lluvia, a oscuras y en mitad de la montaña. Previa foto en Instagram, de esas que tampoco hay que subir, llena de negatividad y falta de esperanza, pero a veces también hay de eso. No todo es jajajiji y no todo es siempre luna llena.
Sigues subiendo, en ocasiones la poca sensatez que queda te hace quitarte los cascos y ser consciente del entorno.
Pero sigues adelante, siempre hacia adelante. Sabes que las pulsaciones van muy altas, pero en la vorágine de cosas que no hay que hacer, también está no importarte eso, ni miras el reloj. Sólo huyes, y aprietas, a veces el miedo, la rabia y la ira también son buenos carburantes.
Parece que por lo menos, eso funciona y, efectivamente, corres más que tus miedos. Unos pocos metros más para la paz. Sudas tus últimos problemas y llegas a la cima. Sacas la foto prometida, y comienzas a bajar. Te caes y deslizas por el barro ¿y qué? Tus problemas se han quedado arriba. Incluso ni tienes prisa en levantarte para seguir bajando. De pronto te descubres en mitad del barro, y sonriendo…A veces la magia ocurre, otras hay que ir a buscarla.