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Despidiendo el 2013 por todo lo alto

Así es como dije adiós al año pasado, desde lo alto del Pagasarri.

Lo cierto es que ya tenía apalabrado con David subir algún día de noche al Pagasarri, pero entre una cosa y otra se nos había pasado el mes desde que nos lo propusimos sin darnos cuenta, y decidimos que ese plan no se postergara a 2014 con lo que decidimos que un buen momento para llevarlo a cabo podría ser la misma noche de Nochevieja, para hacer hambre para la cena!
Finalmente unimos al plan a Thomas, quien hizo con nosotros el triatlón de Castro y asiduo a correr por monte (quien tiene unos cuantos objetivos para este año muy interesantes…).

Quedamos a eso de las 18:15 en la sede de iberdrola que está en las faldas del monte, con un par de Km en las piernas desde nuestras casas para calentar, y empezamos a subir poco a poco, contándonos que tal en las fiestas, que retos teníamos para este año, cuánto calculabamos que duraría la pila de los frontales,etc. Aún ibamos tranquilos, al amparo de la escasa iluminación  de algunas farolas.

Llegados a la barrera empezaba a notar ya un poco el cosquilleo de la aventura, a partir de ahora ya no habría iluminación, el asfalto pasaba a ser pista forestal de gravilla y al de pocos metros de la barrera nos cruzabamos con los últimos montañeros que volvían a sus casas. Todos bajaban, ninguno subía.

Al llegar al cruce de después de «la cuesta del silencio» (creo que uno se puede hacer una idea de porqué se llama así), decidimos tomar el camino de la izquierda que después de la pechada hasta el cruce era más llevadero para correr y que no se disparasen las pulsaciones pese a ser un camino más largo y más cerrado. Al de pocos metros los árboles absorvieron gran parte de la contaminación lumínica de la ciudad y apenas se veía mas allá de donde pisabamos, lo cual hacía la carrera interesante, porque en cualquier momento podías encontrarte un charco, una piedra, o barro.

Tras aproximadamente una hora de subida desde que salimos de casa, después de 10 Km, llegamos al buzón, a 673 metros de altura, bajo un cielo encapotado que amenaza con lluvia, y una niebla que poco a poco entra en el bosque del monte. Allí en aquel emparedado de agua en suspensión aérea, porfin nos conseguimos separar del bullicio de la ciudad, que en esta noche es especialmente ruidosa, y que se negaba a dejarnos escapar con sus ruidos de petardos que nos acompañaron hasta casi la cima, ahora sustituidos por el sonido del viento y el krakeo de alguna lechuza cercana al repetidor.

Llevando los colores del equipo (y alguno más) a la cima

Ante todo, que se nos vea!

Después de un momento para sacarnos alguna foto y un pequeño avituallamiento, empezamos a bajar, por el otro camino, que según lo empezamos a recorrer, notamos que está mucho más expuesto. El viento viene de frente (junto con la niebla y el frio) y nosotros apretamos el paso para recuperar temperatura corporal. Por el camino nos cruzamos con 5 o 6 vacas que pastan a oscuras en una de las curvas del camino, las sorteamos y seguimos bajando, hasta llegar de nuevo a la barrera. Bajar a resultado mucho más rapido pero muy intenso y los cuadriceps lo notan.

Una vez de vuelta a la civilización vuelve el bullicio, que en este caso nos lo encontramos en forma de fuegos artificiales que usamos para hacer una llegada a meta imaginaria por todo lo alto.

Buzón y repetidor del Pagasarri, al fondo Bilbao.

Finalmente nos despedimos de Tomás y nos felicitamos el año nuevo, ahora toca ducharse y aprovechar la ventana anaeróbica para trapiñar toda la cena que podamos!

Feliz 2014!

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