Sé montaña. Sé picos escarpados y llanuras verdes. Sé imponente, bell@ y sé un reto. Sé pasto y refugio de animales. Sé el torrente turbulento que se lleva a borbotones los problemas. Sé el capullo de las plantas del que brotan flores preciosas, y el de las orugas que se convierten en mariposas. Sé la espina de las rosas, o de las zarzas…con sus moras.
Sé montaña, con sus laderas, crestas y valles. Sé el viento que se cuela entre los mismos, el que mece las hojas y acaricia los rostros. El mismo que se enfurece y te corta y dificulta el camino, o te empuja en él. El mismo que lanza el agua de la lluvia contra tu cara como agujas.
Sé la lluvia, la que choca contra las piedras y las moldea a capricho. Y la que cae con suavidad como un manto por la mañana. La que se enfría y hiela, tiñendo todo de blanco. Deshiela, y sé río y surca valles. Sé río y suena cuando bajes. Hazte notar. Sé la niebla, que todo lo inunda y abraza. Que a veces ciega, y sólo deja ver lo esencial.
Sé montaña. Sé eterno, pero actual. Sé montaña, la que despide el sol cada tarde y lo saluda cada mañana. La espectadora silenciosa bajo la noche estrellada. La eterna vigilante de ciudades y poblados. La frontera invisible y la aduana de las nubes. Sé el techo del mundo, y el suelo a la vez. Sé la piedra, el camino, el aprendizaje y el perderse…para volverse a encontrar.